domingo, 13 de noviembre de 2022

Clase 14: El Nuevo Cine Latinoamericano


Hollywood siempre fue una sombra ominosa sobre el resto del continente; sombra que fue acentuada aún mas luego de la segunda guerra mundial, cuando sus afanes expansionistas e imperialistas tuvieron en el cine un aliado muy eficaz.

Pero Latinoamérica estaba en convulsión  la posibilidad de un mundo mas justo, que erradicara las enormes diferencias sociales, inocultables, reunió a muchos bajo la misma bandera, siguiendo el ejemplo de la Revolución Cubana.
En los años sesenta nace un fenómeno de cine llamado: el nuevo cine latinoamericano. Este fenómeno esta influido principalmente por el neorrealismo italiano y otros movimientos de cine social, de espaldas a los modelos estadounidenses y de cara a la conflictiva realidad, revivía la posibilidad de una cinematografía a nivel continental.
Era un cine consiente de las condiciones tercermundistas del continente, y trataba por eso de integrarse a otras luchas del Tercer Mundo, como la de Vietnam.
Fuente: Carro, , Nelson. Un siglo de cine en América Latina Política y Cultura [en línea] 1997, (primavera) : [fecha de consulta: 5 de junio de 2013] Disponible en:<http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=26700811> ISSN 0188-7742 

El inicio se produjo con el Festival del Cine Latinoamericano de Pesaro en la década del 60, pero el momento clave fue el Encuentro de Cine Latinoamericano de 1967, que tuvo su motor en el chileno Aldo Francia, del Cine Club de Viña del Mar, el cubano Alfredo Guevara, del Instituto Cubano de Arte e lndustria Cinematográfico (ICAIC) y el argentino Edgardo Pallero. Fue la primera vez que se reunieron hombres y mujeres de cine de todos los países latinoamericanos.

Para fines de la década del 60 había aparecido toda una camada de realizadores latinoamericanos de importancia, como los brasileños Glauber Rocha y Nelson Pereira dos Santos, los argentinos Fernando BirriFernando Solanas y Leonardo Favio, los cubanos Tomás Gutiérrez Alea y Santiago Álvarez, y los chilenos Raúl RuizMiguel Littín y Lautaro Murúa. Todos agrupados dentro del movimiento del Nuevo Cine. 
En lo que podría catalogarse como cine independiente mexicano, intentaron con mayor o menor fortuna ese otro cine, mas acorde con el nuevo mundo al que se aspiraba.
El Nuevo Cine Latinoamericano se diferenció notablemente del cine "nacional" de los años 1930-1960, por orientarse mucho más hacia el "cine de autor" y relativamente alejado de los mecanismos comerciales relacionados con los sistema de "farándula".

ARGENTINA


La Generación del 60
Por David Oubiña.
Revista La Nación - Cien años de Cine - 1995

Con  la caída del gobierno de Perón en 1955, desaparece también una política proteccionista en materia cinematográfica. la falta de créditos, la decadencia de los estudios, la disminución de la producción y el aumento de films extranjeros son la marca visible de una industria en bancarrota. Dentro de este contexto de parálisis y -a la vez- de supuesta libertad de expresión, se desarrollaron los cineclubes (Gente de Cine, fundado en 1942, y Núcleo) y las revistas especializadas(Gente de Cine, Tiempo de Cine y Cinecrítica, entre otras).

Esta posibilidad de acceder a los nuevos films y a las nuevas teorías que provenían de Europa contribuyeron a la renovación de la crítica cinematográfica e inspiraron formas nuevas de entender el cine.

Entre fines de la década del cincuenta y medidos de la del sesenta, surge un gran número de productores independientes y de nuevos realizadores, guionistas, actores, técnicos y críticos formados en el cortometraje y los cineclubes.
Bautizados tardíamente con el nombre de la generación del 60, este fenómeno heterogéneo agrupa diferentes estilos que nunca enarbolaron un programa conjunto ni pretendió constituirse como movimiento.

A pesar de las diferentes temáticas y estilos entre los distintos directores, es posible advertir en todos ellos un espíritu común que frecuentemente se definió como búsqueda de autenticidad búsqueda de una fisonomía nacional y que se formulaba como  enfrentamiento entre un cine de expresión y un cine espectáculo. Cine urbano, cosmopolita, moderno, influido por las nuevas corrientes europeas-sobre todo, la Nouvelle Vague y el Neorrealismo- , la Generación del 60 pretende romper con el cine de estudios (los géneros, el star sistem, el amusement "entretenimiento") y busca, para eso, el padrinazgo de directores como Fernando Ayala, Leopoldo Torre Nilsson y Fernando Birri.

Esta diversidad de intereses, este pluralismo expresivo ( tal lo caracteriza Simon Feldman en su libro La Generación del 60) costituyó, durante pocos años, una estimulante renovación dentro del cine argentino. Sin embargo, la ausencia de un programa conjunto, cierta resistencia del público a las nuevas propuestas, la incapacidad para organizar alternativas de distribución exhibición desgastaron el entusiasmo inicial. 

en 1966, el golpe de Estado que derrocó al presidente Ilia terminó por clausurar las ya debilitadas propuestas del nuevo cine.





Para ampliar la temática:

El cine transformado, interprete de tensiones sociales globales y locales.


El "Boom " de la novela latinoamericana

Durante la década del sesenta se produjo un crecimiento notable de la literatura latinoamericana, que decantó en un vasto reconocimiento mundial, tanto desde la crítica especializada como desde el público. La aparición de por lo menos una docena de excelentes novelas que poblaron un espacio antes desierto, dio pie a una renovación de nuestras letras y logró llevar nuestra literatura alrededor del mundo. 


El escritor chileno José Donoso, en su Historia personal del boom, señala sobre el surgimiento de este fenómeno que "... quizás valga la pena comenzar señalando que al nivel más simple existe la circunstancia fortuita, previa a posibles y quizás certeras explicaciones histórico-culturales, que en veintiuna repúblicas del mismo continente, donde se escriben variedades más o menos reconocibles del castellano, durante un período de muy pocos años aparecieron tanto las brillantes primeras novelas de autores que maduraron muy o relativamente temprano - Vargas Llosa, Carlos Fuentes, por ejemplo - y casi al mismo tiempo las novelas cenitales de prestigiosos autores de más edad - Ernesto Sábato, Onetti, Cortázar -, produciendo así una conjunción espectacular".
En un corto período de apenas seis años surgieron, entre otras, novelas como La muerte de Artemio Cruz, La ciudad y los perros, La Casa Verde, El astillero, Paradiso, RayuelaSobre héroes y tumbas, y Cien años de soledad.

Lo que caracteriza a la mayoría de los escritores que se ubican dentro del 'boom', es que se trata de intelectuales exiliados de sus países, que desde Europa tomaron parte de la causa latinoamericana (lo cual les valió sus críticas), y se hicieron eco de ella. Vargas Llosa diría años más tarde que "había llegado a Europa siendo peruano, y allí me descubrí latinoamericano". Esta necesidad de comulgar con el sentimiento de pertenencia a una cultura que les era común, aún con sus diferencias regionales, terminó por conformar un grupo de lucha que tomó parte activa en los reclamos por las libertades, los derechos humanos, y la Revolución Cubana y Nicaragüense.

Aún cuando no es claro cuándo comienza y termina exactamente el fenómeno, se ubica dentro de él a un grupo selecto de escritores, quienes en algún momento fueron acusados de ser parte de una mafia con contactos secretos con las editoriales, de forma tal que tuvieran el éxito asegurado. El tiempo demostró que las acusaciones eran injustas y que la calidad narrativa y estética de Mario Vargas Llosa, Julio Cortázar, Gabriel García Márquez, Carlos Fuentes y compañía, no obedecía a ninguna estrategia publicitaria, sino que se trataba de un redescubrimiento de las páginas más notables de la historia del arte.
De: Donoso, José Historia personal del 'Boom' 1984, Ed. Sudamericana-Planeta


“Nuevo cine” y desarrollismo (1955-1966)
El golpe militar que en 1955 derribó al gobierno de Perón, lo hizo enarbolando las banderas de la “libertad” y la “democracia, influenciado por la ideología liberal festejando la derrota del “totalitarismo”. Muchos hombres de cine, acompañaron el proceso. En la Argentina, el proyecto de desarrollo capitalista dependiente tuvo a Frondizi como el máximo exponente, entre 1958 y 1962.


En 1962, Frondizi intentó convertir a su partido en una fuerza antiperonista para alcanzar la victoria en las elecciones para gobernador del 18 de marzo, pero el peronismo ganó en Buenos Aires y varias provincias clave. Presionado por el Ejército, decretó la intervención de la provincia, pero el gesto no alcanzó. El 29 de marzo de 1962 estalló un nuevo golpe militar y Frondizi fue derrocado. El presidente del Senado, José María Guido, asumió el gobierno, quien anuló las elecciones, volvió a proscribir al peronismo, disolvió el Congreso y convocó a nuevas elecciones limitadas y controladas por los militares. En esas condiciones se convocaron las elecciones del 7 de julio de 1963 en las que resultó electo Arturo Umberto Illía, asumiendo en condiciones de gran debilidad. Para conjurar un nuevo avance peronista, las fuerzas armadas recurrieron otra vez al golpe en 1966. 

CINE Y MEDIOS
Al menos parcialmente, se comienzan a dar ciertos hechos positivos como la ley de fomento a la industria cinematográfica –1959– y la consecuente creación del Instituto Nacional de Cinematografía, dirigido por Narciso Machinandiarena, ex dueño de los Estudios San Miguel, que estimuló el cortometraje , pero con una indecisa política de exhibición pública que impidió su exhibición en las salas.

Los capitales extranjeros invirtieron en grandes cadenas de televisión privadas y en la industria automotriz. A esas nuevas actividades se incorporó la floreciente industria publicitaria, que afectaría a la producción cinematográfica.


La historia del Ford Falcon en la argentina

Hacia los años 60 comienza a vislumbrarse en América Latina cierta tendencia en el que el cine ensayó una mirada renovadora que se desarrollará en tres vías:


    • Cine Comercial:(estético-burguesas de Hollywood, por decirlo de alguna manera) o “de la seguridad comercial” es el que ofrece Daniel Tinayre en aquellos filmes protagonizados por su mujer, Mirtha Legrand: En la ardiente oscuridad (1959), La patota (1960), La cigarra no es un bicho (1963). Las películas de Sonofilm que trabaja sobre éxitos discográficos y televisivos con Palito Ortega – y sus películas del Club del Clan como Fiebre de primavera (1965)–, Sandro, Libertad Lamarque, y programas de televisión  que se trasladan a la pantalla grande como Dr. Cándido Pérez, señoras (1962. Dirección de Emilio VieyraLa familia Falcón (1963. Dirección de Román Viñoly Barreto), entre varios.


El Club del Clan


Cine de Autor: que va a ser las características de la conocida como “Generación del ‘60”: los vínculos entre el cine y la literatura Argentina. De formación cineclubista e intelectual, y representan desde una visión personal  las concepciones sociales, culturales y artísticas, en general, y cinematográficas en particular. Los jóvenes realizadores coincidían en un mismo y limitado esquema: trasladar a la pantalla, mediante los recursos aprendidos particularmente del cine europeo, el mundo o las ideas nacidas de la experiencia individual, de la clase media porteña, recortada habitualmente del país real por influencia ideológica oligárquica.


  • Entre ellos figuran:  José Antonio Martínez Suárez: El crack (1959), Dar la cara (1961). Simón FeldmanEl negoción(1959), Los de la mesa diez (1960), René MugicaEl centroforward murió al amanecer (1960), Hombre de la esquina rosada(1961), El reñidero (1965), La buena vida (1965), David José KohnPrisioneros de una noche (1960), Tres veces Ana(1961), Así o de otra manera (1964), Breve cielo (1968), ¿Qué es el otoño? (1976), Lautaro MurúaShunko (1960), Alias Gardelito (1961). Fernando BirriLos inundados (1961). Ricardo AlventosaLa herencia (1964). Rodolfo KuhnLos jóvenes viejos (1961), Los inconstantes (1962), Pajarito Gómez, una vida feliz (1964). Nicolás SarquisPalo y hueso (1967). Néstor Paternostro: Mosaico, la vida de una modelo (1968).




    • Dentro de esta vía podemos ubicar a un grupo realizadores, la mayoría provenientes de productoras publicitarias que realizaban un cine Experimental de Vanguardia,  que se filiaban con la revolución godardiana o con otras líneas del nuevo cine francés, películas como The players vs. Ángeles caídos de Fischerman, Puntos suspensivos de Cozarinsky o Invasión de Hugo Santiago. Es decir que estos cineastas, no desconocían las experiencias que se estaban haciendo en el mundo: Bertolucci, La estrategia de la araña, El conformista , Jean Marie Straub que había filmado El diario de Ana Magdalena Bach. Ya habían visto algunas experiencias a través del Instituto Di Tella, del cine underground americano: “Shadows” de John Cassavettes (1961); “ Made in USA ” de Jean Godard (1967) y gran parte de la obra de Jonas Meckas.



      The players vs. Ángeles caídos de Fischerman



      • Cine Militante
        : como en el compromiso político con los cambios que se iban gestando en el país y que, pretendía mostrar una lectura histórica de la sociedad que se enmarcara en un acto de denuncia, para instruir, sensibilizar y sublevar al espectador. Con compromiso político con los cambios que se iban gestando en el país. Grupo Cine de Liberación, Cine de la Base y el Grupo Nuevo Cine.

      EL TERCER CINE
      Por Clara Kriger
      Revista La Nación – Cien Años de Cine – 1995

      El Grupo Cine Liberación produce la primera manifestación de cine político argentino, La Hora de los Hornos (1968), de Fernando Solanas y Octavio Getino, junto con el manifiesto Hacia un Tercer Cine, en el que proponen un cine latinoamericano que deje de ser espectáculo para transformarse en instrumento político que opere sobre la realidad. Los jóvenes cineastas advierten que el primer cine se produce en Hollywood, y que el segundo cine responde a la política de autor, por lo tanto, el tercer cine es propio de los países independientes y debe contribuir al proceso global de la liberación.

      La ruptura del concepto de objetividad en el género documental, a partir de una propuesta política del enunciador, y la importancia del montaje como principio constructivo de la narración fue lo que motivó la calurosa acogida de La hora de los hornos en el Festival de Pesaro, en 1968.



      Pino Solanas en el Instituto Lumiere 2013


      Censurado por las autoridades, el grupo exhibe clandestinamente sus realizaciones en locales sindicales, universidades o casas particulares, práctica que exige la presencia de un público comprometido o curioso y refirma la máxima del tan citado Franz Fanon:
      “Todo espectador es un cobarde o un traidor”.

      Entre otras realizaciones del grupo se encuentran El camino hacia la muerte del viejo Reales (1968-1971, Gerardo Vallejo), sobre una familia tucumana de campesinos, dos films estructurados a partir de entrevistas con Perón, Actualización política y doctrinaria para la toma del poder y Perón: La revolución justicialista, ambas rodados en Madrid, en 1971, por el tándem Solanas-Getino, y Los hijos de Fierro (1972-1978), que marca un momento de inflexión en el trabajo.





      Otros grupos, con diversas orientaciones políticas, se sumaron a la ilusión de un cine con propuesta de cambio.

      GRUPO CINE LIBERACIÓN

      Para Getino y Solanas, el cine debe estar al servicio de la liberación del hombre y la sociedad.

      Observan que antes de la hegemonía del cine Hollywoodense, existían cines nacionales (Dinamarca, Francia, Alemania) fronteras que se van borrando con el aumento de horas de pantalla del cine norteamericano.

      El hombre pasa a ser un instrumento para el cine y no a la inversa.

       

      La teoría del Tercer Cine, plantea que, en la época en que se escribe el manifiesto, hay una clara división en tres cines posibles:

      1. el primer cine o hollywoodense, con un mero interés comercial, que busca la reproducción del sistema. Los espectadores devienen una masa anónima, ESPECTADORA-CONSUMIDORA,

      2. Un segundo cine o cine de autor. Este cine es un avance respecto del primero. Rompe con los modelos uniformadores, planteando una visión no estandarizada de la vida. Pero tiene la limitación de ser aún un cine de efectos, no de causas. La motivación de este segundo cine para por el individuo, no por realizar planteos superadores para el pueblo en general. Se trata de grupos que se piensan a sí mismos, frente a un auditorio reducido.

      3. El tercer cine, es un cine de causas. Es el cine que restituye las palabras, las acciones dramáticas y las imágenes a los lugares donde puedan cumplir un papel revolucionario, donde devienen armas para la lucha. Nuevamente se plantea la idea De DESTRUCCIÓN- RECONSTRUCCIÓN, para construir desde el pueblo una personalidad liberada a través de la descolonización de la cultura.

      Este Tercer Cine, busca la innovación en los aspectos fundamentales del arte cinematográfico: la producción, la distribución y la exhibición. De este modo, el discurso está determinado por el proceso de producción (clandestinidad); los receptores son activos en el proceso de producción de significados; los códigos son parte constitutiva de las instituciones sociales en que la obra se plantea.

      Este cine transforma la relación obra-espectador para beneficiar al sujeto ubicado históricamente. - no se limita al cine militante; - vincula el cine con la vida: - es una alarma frente al peligro de la sumisión a un modelo hegemónico;

      - es el que aborda cualquier tema EN PROFUNDIDAD;

      - presenta una visión libre, no condicionada;

      - es SUBVERSIVO: pone en evidencia las causas de las situaciones históricas.

      - NO ES CINE-CONTEMPLACIÓN;

      - ES CINE-ACCIÓN: terminar con la contemplación estética, dado que la estética se disuelve en lo social.

       - El sujeto deviene importante. Hay una nueva comunicación en la relación OBRA HOMBRE/ACTO-ACTOR.

      - Film como OBRA ABIERTA: propiciar el diálogo posterior a la proyección, planteando las acciones que el espectador puede emprender luego de la proyección, transformados en sujetos históricos.

      - Es ético antes que estético;

      d) La nueva estética cinematográfica.

      Lo estético es muy difícil de separar de lo ideológico en el Tercer Cine. La estética se relaciona con la política; con el hombre; está subordinada a las necesidades históricas del ser humano; inventar nuevas formas de diálogo.

      Cada proyección es un ACTO, de reacción, debate de inquietudes de los espectadores. El objetivo de esta estética es más cualitativo que cuantitativo, buscando llegar núcleos combatientes en primer lugar, luego a grupos mayoritarios.

      Hay una búsqueda pedagógica en estas producciones. Los autores plantean una estética de la inconclusión o de hipótesis.

      El cine descolonizado busca la agitación y movilización de las conciencias.

      En cuanto a los modelos de producción, se prefiere lo artesanal frente a lo industrial. Para este tipo de realizaciones, es necesario que todo aquél que quiera participar tenga su espacio, desde profesionales del cine de militancia, no profesionales, valerse de insumos de bajo costo.

      Es, una estética de lo inacabado, de lo inconcluso, invitando a los espectadores a ser parte del cambio y la transformación. LOS ESPECTADORES PASAN A SER SUJETOS DE LA HISTORIA.




      El Grupo Cine de la Base tuvo en el desaparecido Raymundo Gleyzer su expresión mas radical con: México, la revolución congelada (1970), que, aunque prohibida en Argentina, ganó el premio en el Festival de Locarno (Suiza), y Los traidores (1974) que trata sobre el sindicalismo corrupto.


       En 1973, el Grupo Cine de la Base presenta el film “Los traidores” en el festival de Pesaro (donde en 1968 se había proyectado La hora de los hornos).

      Este film es el primero en abordar la problemática sindical, denunciando la corrupción de sus cúpulas dirigenciales.

      El Cine de la Base no busca innovar estéticamente el lenguaje cinematográfico, sino queutiliza los recursos del cine clásico, una narrativa clara, para abordar problemáticas políticamente conflictivas.

      El sentido revolucionario de este cine se fundamenta en las ideas y actitudes que intentan promover en determinado público.

      Este grupo, a diferencia del grupo Cine Liberación -claramente vinculado al peronismo-,se va a acercar a los movimientos de izquierda marxista, (PRT: Partido Revolucionario de losTrabajadores; ERP: Ejército Revolucionario del Pueblo)

      Conformado por Raymundo Gleyzer, Jorge Denti, Nerio Barberis, apuntan siempre a lamilitancia clandestina.

      Cine de la Base está compuesto por cineastas, actores, obreros de las fábricas y estudiantes, los cuales, desde diferentes tendencias del peronismo revolucionario o de la izquierda militante, han confluido en el grupo, como en una base de operaciones para desenmascarar a los dirigentes sindicales traidores, colaborar con los esfuerzos de la clase obrera para identificar al enemigo interno y luchar por el socialismo, con la estrategia de guerra popular de larga duración” (Velleggia, S. Getino, O. 2002, p. 52)

      Para Gleyzer, hay que plantear los problemas de un modo claro y sencillo, para llegar aun hombre concreto. A diferencia de los cineastas del grupo Cine Liberación, todavía no erael momento de debatir sobre las formas y estéticas del cine, sino que ese debate debería darse luego, cuando se haya producido la toma del poder


      Paralelamente, el Grupo Nuevo Cine confía a Lucio Donnantuoni Historia de un hombre de 561 años (1971); Jorge Cedrón filma Operación Masacre (1973), basada en el libro de Rodolfo Walsh, y los realizadores Alberto Cabado y Naum Spoliansky obtienen la Medalla de Oro del festival de Bilbao por ¿Ni vencedores ni vencidos? (1968-1970), inicialmente vedada para el público argentino.




      Otras fuentes:
      • Octavio Getino – “Cine Argentino – entre lo posible y lo deseable”
      ediciones CICCUC – Buenos Aires 1998.

      LAS CINEMATOGRAFÍAS DEL TERCER MUNDO


      Historias de la Revolución
      Por Claudio España
      Revista La Nación  - Cien Años de Cine - 1995

      La década del 60, con el avance de las izquierdas sobre la política, la opinión pública y la cultura, dejó marcas profundas en el cine de aquellos años. 
      La Revolución Cubana fue el punto de arranque e Historias de la Revolución (Cuba, 1960), de Tomás Gutiérrez Alea, es un título de películas que resumen aquellos momentos que, sin negarse a la ficción, buscaron la adhesión popular para propósitos políticos.





      Cine didáctico al fin, pretendía armar a los espectadores, cuando es cualidad del público, al salir de la sala, volver manso a sus quehaceres.

      Se habla de un cine político, de cine como fusil e instrumento para la lucha. Había una palabra, colonialismo, gastada a tal extremo que cualquiera que hoy la pronuncie sin sentido histórico o enunciativo, corre el riesgo de ser tildado de extemporáneo cultural.

      Por otro lado, la industria del cine, con su poderoso brazo comercial, se apropió de las formas de esa cinematografía de lucha política, no de sus fines, volviéndola un género comercial, es decir, destiñéndole el contenido combativo, pero manteniendo esa apariencia: La Batalla de Argelia (1966), Queimada! (1969) ambas de Giulio Pontecorvo, la última con Marlon Brando; Desaparecido (Missing, 1982, Costa-Gavras), con Jack Lemmon; Salvador (1986, Oliver Stone).


      LA PRODUCCIÓN CUBANA
      Por Ricardo Manetti
      Revista La Nación- Cien años de Cine – 1995

      Encarna una mirada realista original y apartada de cánones impuestos por otras cinematografías y movimientos políticos.

      La cinematografía cubana ha sido, durante la década del sesenta, la que más contribuyó al desarrollo político, ético y estético de un cine dispuesto a dar batalla a los sistemas dictatoriales.

      Nacida como consecuencia de la Revolución de 1959, se convirtió en pocos años en modelo para otros cines en América Latina (Cinema Novo, Grupo Ukamau, Grupo Cine Liberación). Si bien influyó notoriamente en las estrategias políticas de la representación crítica de la realidad, se diferenció de las otras cinematografías del continente en su objetivo fundamental: el Cine Cubano es fruto de la Revolución y radica en la toma de conciencia de la rígida doctrina del sistema socialista.

      El 24 de marzo de 1959, a menos de tres meses del triunfo del Ejército Rebelde en ,La Habana y del derrocamiento de Fulgencio Batista (1° de enero), se funda el Instituto Cubano de Arte e Industrias Cinematográficas (ICAIC). La ley que lo crea es la primera en materia cultural promulgada por las nuevas autoridades y postula que “el cine constituye, por virtud de sus características, un instrumento de opinión y formación de la conciencia individual y colectiva, y puede contribuir a hacer más profundo y diáfano el espíritu revolucionario y a sostener su aliento creador”.

      De inmediato, el Icaic, dirigido por Alfredo Guevara, propuso la formación de cuadros artísticos y profesionales, así como la creación acelerada de la base técnico-material cinematográfica. También dispuso la instrumentación del cinemovil –comienza a funcionar en 1961- con el interés de llevar el cine, por los medios más diversos (camiones, trenes, mulas), a todas las regiones del país.

      La primera generación de directores se integró con algunos participantes del movimiento rebelde que registraban antecedentes fílmicos. Tomás Gutierrez Alea, Julio García Espinosa y el dominicano Oscar Torres habían cursado estudios de cine en el Centro Experimental de Roma, y los dos primeros, junto a Alfredo Guevara y a Jose Massip, habían producido El Mégano (1955), un documental sobre la vida miserable de los carboneros cubanos en la ciénaga de Zapata. El trabajo –prohibido por el gobierno de Batista- se convirtió en el manifiesto artístico que guió la etapa inicial del Icaic.

       


      Este primer momento se caracteriza por un tratamiento neorrealista de los temas sociales de inmediato. Los cortos La vivienda (1959) y Sexto aniversario (1959), el largo Cuba Baila (1960-61) –todos documentales de García Espinosa-, los cortometrajes Esta tierra es nuestra (1959) y Asamblea General (1960) y el largo argumental Historias de la Revolución (1960), los tres de Tomás Gutiérrez Alea, son ejemplos de la primera época.


      El Documental es el original modelo propio de la filmografía cubana. Luego de un primer momento se aparta de la puesta en escena neorrealista –conserva su oposición al artificio- y le otorga importancia al montaje aprendido del cine soviético clásico: “El montaje como medio de generalización y de síntesis, como tránsito dialéctico de la representación al símbolo” (Sergei Eisenstein).

      SantiagoÁlvarez, el más importante documentalista cubano y director del Noticiero Icaic Latinoamericano, es el realizador que con mayor violencia promueve los cambios más radicales. En la búsqueda de un nuevo estilo trabaja con estructuras narrativas de oposición, metáforas visuales, enlaces por saltos, ruptura de los nexos habituales de tiempo y espacio y por la contaminación entre formas ficcionales y documentales. Ficcionaliza el documental y documentaliza la ficción.



      LBJ (1968 Santiago Alvarez)




      Tampoco es ajeno a las transformaciones del modelo el encuentro con profesionales de otras cinematografías: Cezare Zavattini, Chris Marker, Jori Yvens, Peter Brook, Jean-Luc Godard, Andrzej Wajda, Gérard Philipe, Tony Richardson y el historiador Georges Sadoul, entre otros. Todos viajaron a Cuba para participar en rodajes y seminarios. La revista del Icaic, Cine Cubano, es el documento donde quedó registrado el continuo intercambio de ideas en el campo del arte, la lingüística, la sociología, la política y el cine.

      “Las conversaciones y las reflexiones teóricas que se daban en aquellos tiempos eran magníficas. Incluso ya había la preocupación semiótica sobre el cine y, de algún modo, se venía anunciando la eclosión cultural y política que se produjo en 1968” (Humberto Solás)


      El punto más alto del Cine Cubano se produce en 1968 con Memorias del Subdesarrollo (Tomás Gutiérrez Alea) y Lucía (Humberto Solás, 1968). La primera inspecciona la memoria de un intelectual que eligió permanecer en Cuba luego de la Revolución; la segunda revisa el retrato de tres mujeres en tres momentos diferentes de la historia cubana. Lucía 1895 tiene forma de tragedia en el espacio de una familia aristocrática durante el tiempo de la independencia de España; Lucía 1933 es el melodrama sobre un intento de revolución en el marco de la sociedad burguesa, Lucia 196…es una comedia sobre la educación de la mujer campesina.


      Los temas de este nuevo tiempo son la memoria y las experiencias sobre las batallas revolucionarias del pasado combativo y del presente épico del pueblo cubano: Las aventuras de Juan Quin Quin (1967, García Espinosa), Por primera vez (1967, Octavio Cortázar), La odisea del general José (1968, Jorge Fraga), La primera carga al machete (1969, Manuel Octavio Gómez) y los dibujos animados de Juan Padrón sobre el ídolo infantil Elpidio Valdés, un legendario mambí que, en el siglo pasado, se enfrentó al poder colonial español.


      Además de las películas de Elpidio Valdés, también es creador de la serie de dibujos animados “Filminuto”, que apareció por primera vez en 1980. A partir de 1986, trabajó en colaboración con Quino para crear otra serie a la que denominaron “Quinoscopio".






      LA PRODUCCIÓN CUBANA
      por Ariadna García Rivello

      Esta poética está destinada a ser un medio para alcanzar un fin, que es el verdadero arte, el realizado por el pueblo para el pueblo.

      Un verdadero arte desinteresado, que para llegar a serlo debe pasar inexorablemente por una etapa interesada: una elite de cineastas formados en la técnica cinematográfica estarán encargados de difundir dichos conocimientos entre los demás integrantes de la sociedad (los interesados en este arte), para que cada uno pueda incorporar el arte como una actividad más en la vida cotidiana, y que deje de ser una actividad para una elite que se cree poseedora de las claves simbólicas de la sociedad.

      En el manifiesto, García Espinosa enumera tres factores que colaboran para que este proyecto se pueda llegar a realizar:

      1) el avance de la ciencia y la técnica a través de las cámaras cada vez más livianas y accesibles y la aparición del vídeo

      2) la participación social de las masas, que se ve en la cada vez menor distancia entre el espacio del autor/actor y del espectador

      3) la potencialidad revolucionaria.

      Lo imperfecto para esta propuesta radica en que esta poética no es un fin en sí misma, sino que es un medio para lograr otra cosa: que esta poética se disuelva, no en la nada, sino en el todo, en el todo de la sociedad, de cada uno de sus integrantes que desee hacer o participar de esta forma de arte que es el cine. A la muerte de esta poética le sigue el nacimiento de miles de otras.

      Forma y contenido no pueden estar disociados, permanentemente insistimos a la hora de efectuar nuestros análisis, la necesidad de detenerse en el relato para develar el contenido que va más allá de la historia. Observemos los comentarios que hizo Julio García Espinosa en cuanto a la necesidad del cine en la cultura cubana de la revolución.

      El manifiesto escrito por Julio García Espinosa está lleno de preguntas. Preguntas que se hacen los cineastas cubanos reflexionando sobre los objetivos con que se proclaman con la fundación del ICAIC y el tipo de cine que están realizando hacia finales de la década de 1960. Llegaron a un punto en que la cinematografía, lejos de acercarse al pueblo al que se quieren dirigir, está logrando ganar reconocimiento internacional. Una gran contradicción, que es necesario reconocer y modificar.

      Películas como Memorias del subdesarrollo (1968), de Tomás Gutiérrez Alea, se tornan herméticas. Ver fragmento: Pablo (minuto 15:40 al 20:17). En este fragmento, ficción y documental se intercalan. Presente y pasado; discurso e imágenes que se contradicen (recurso que Eisenstein denomina contrapunto orquestal).

      La forma de realización busca que el espectador reflexione, a través del llamado distanciamiento brechtiano - método que usara el dramaturgo Beltold Brecht, para que el público, cuando está haciendo empatía con un personaje o relato, pueda tomar distancia y analizar lo que ve, sin mediar las emociones, sino el pensamiento. En sus obras, este dramaturgo, solía cortar las escenas con personajes que cruzaban el escenario con carteles, o cortes abruptos en el relato. De ese modo apela a un espectador que no se deje llevar por un determinado discurso.

      Uno de los puntos fundamentales de este manifiesto es la idea de borrar las fronteras que separan al espectador del realizador. Y eso se logra haciendo que el espectador deje de serlo, pasando al acto de creación.

      García Espinosa desmonta la noción de arte desinteresado, el arte por el arte, tal como se entiende desde una concepción romántica, donde el artista crea porque así lo desea. Y devela que en realidad, esa concepción es falaz, puesto que estos artistas, en realidad tiene un interés particular en el arte, vender sus obras, ser consagrados por la crítica, buscar el reconocimiento. De este modo, ese arte desinteresado pasa a ser un arte altamente interesado, desde el punto de vista económico y del reconocimiento.

      A lo largo del texto va a desplegar las nociones de arte culto, arte de masas y arte popular. Por arte culto va a entender el arte realizado por una elite para una elite, con sus instancias legitimadoras, sus críticos y sus instituciones. Una serie de obras creadas para un grupo reducido de intelectuales y entendidos (se puede vincular con el segundo cine explicado en el manifiesto Hacia un tercer cine)

      El arte de masas, es el arte realizado por una elite para las masas, un arte comercial, destinado a grupos indiferenciados, resultando mero entretenimiento o reproducción de un sistema industrial (concuerda con el llamado primer cine en el manifiesto argentino).

      Finalmente, el arte popular. “El arte popular no tiene nada que ver con el llamado arte de masas. El arte popular necesita, y por lo tanto tiende a desarrollar, el gusto del pueblo.

      Para García Espinosa, el arte popular es el verdadero arte desinteresado. El arte que hace el pueblo para el pueblo, donde los creadores son al mismo tiempo espectadores y viceversa. Y destaca una característica más importante, “el arte popular se realiza como una actividad más de la vida” (García Espinosa:1995, p. 21)

      CHILE: Un nuevo cine
      Por Diana Paladino
      Revista La Nación- Cien años de cine – 1975

      Desde la clausura de los estudios Chile Films en 1949, la producción fílmica del país andino quedó a fojas cero por dos décadas. No obstante, hacia fines de los años cincuenta, la proliferación de cineclubes y centros de estudios cinematográficos orientados a la experimentación posibilitó la formación de la joven camada que, diez años después, haría el Nuevo Cine Chileno.

      Definitorio en este desarrollo, fue también el contacto tomado con otras cinematografías en el Primer Encuentro de Cineastas Latinoamericanos en 1967. Al año siguiente varios se largaron al largometraje. El primero es Raúl Ruiz con su ópera prima Tres Tristes Tigres (1968), dura y sarcástica crítica a la burguesía chilena.


      En 1969 debutan tres más. Helvio Soto, desmitifica el sentido patriótico de la guerra con Perú en Caliche SangrientoAldo Francia, sobre un acontecimiento verídico (el encarcelamiento de un hombre que roba una res para alimentar a sus hijos), realiza Valparaíso, mi amor. Y, finalmente, Miguel Littin, también con un hecho real (La alfabetización y ejecución de un hombre que asesina a su familia), conmueve con El Chacal de Nahueltoro.


      "El chacal de Nahueltoro" (1969 - Miguel Litin)



      La revisión del pasado en función del presente y el análisis crítico de la realidad social son los tópicos básicos de estos realizadores.

      “Antes que cineastas somos hombres comprometidos con el fenómeno político y social de nuestro pueblo (…)”, 

      así comienza el Manifiestode los Cineastas de la Unidad Popular impulsado por Miguel Littin.
      Más pesimista, Helvio Soto reconoce: “Estoy convencido de que nuestro público comprende muy pocas de las cosas que decimos”.

      En los años que siguen, Soto dirige dos films controvertidos: Voto más fusil (1971) y La metamorfosis del jefe de la policía (1973). Raúl Ruíz retoma la temática de su primer largometraje en Nadie dijo Nada (1971) y Miguel Littin fabula sobre la existencia de una comuna socialista en La tierra prometida (1973). Entre tanto, las vetas más prolíficas del Nuevo Cine siguen siendo el documental y el cortometraje.





      En 1973, la dictadura militar derroca al presidente Salvador Allende, clausura los centros de estudios cinematográficos destruye gran parte del material producido en esos años e interrumpe la reactivación de Chile Films, derivando su producción al cine publicitario. Hay persecuciones y prohibiciones. Sin embargo, el Nuevo Cine Chileno no desaparece del todo y continúa su desarrollo en el exilio.

      BRASIL

      EL CINEMA NÔVO
      Por David Oubiña
      Revista La Nación – Cien años de Cine – 1995

      Nace una reivindicación delo nacional, al margen del cine de estudio y de los condicionamientos industriales.

      En 1953, la fugaz empresa Vera Cruz había producido O Cangaceiro (Lima Barreto), que aplicaba el modelo narrativo del western a una historia de bandidos en el sertâo. A pesar de que el film fue el primer suceso internacional del cine brasileño, a fines de ese mismo año Vera Cruz era declarada en quiebra.

      Hacia mediados de la década del cincuenta, la cinematografía del Brasil se hallaba en un callejón sin salida: con la industria prácticamente en bancarrota, sin propuestas estéticas innovadoras y con un mercado cinematográfico dominado por la producción extranjera.

      Frente a este panorama, algunos realizadores –Nelson Pereira dos Santos, Alex Viany, Humberto Mauro, Roberto Santos- desarrollaron una reivindicación nacionalista por medio de un cine al margen de los estudios y de los condicionamientos industriales: O canto de saudade (1953, Mauro), Agulha no palheiro (1955, Viany), Río 40 graus (1955, Pereira dos Santos). 



      Esta propuesta -influida por el Neorrealismo- se consolidó en el clima de ruptura estética y de insurgencia político-cultural de los años sesenta, a partir de una generación procedente de las universidades y los cineclubs: Ruy Guerra, Glauber Rocha, Joaquim Pedro de Andrade, Carlos Diéguez, León Hirszman, Marcos Frías, Arnaldo Jabor y los documentalistas Gerardo Sarno, Vladimir de Carvalho, Maurice Capovilla.

      Todos ellos comparten la voluntad de un cine independiente y la búsqueda de un modo de expresión auténtico que produjera un análisis crítico de la realidad social, política y cultural.

      “Salir a la calle con una idea en la cabeza y una cámara en la mano”, decían los conjurados: había nacido el Cinema Nôvo.

      Agrupados alrededor del Centro Popular de Cultura (donde la Unión Nacional de Estudiantes intentaba formular postulados artísticos que expresaran la realidad de los trabajadores), los realizadores desarrollaron una crítica de la miseria y la explotación en films como Arraial do cabo (1960, Paulo Saraceni) o Cinco vezes favela (1962, Hiszman, Diegues, De Andrade, Farías, Miguel Borges).




      En Vidas secas (1963, Pereira dos Santos, sobre la novela de Garciliano Ramos), esa descripción crítica encuentra un estilo riguroso y despiadado, seco como el sertâo.


      Algunos films presentaban un frente más abiertamente combativo: Os fuzis (1963, Guerra), donde el pueblo hambreado se alza contra un comerciante especulador; Ganga Zumba (1963, Carlos Diéguez), que recupera el tormento de los esclavos del siglo XVIII para mostrar una continuidad histórica en las condiciones de explotación; Barravento (1962, Rocha), donde un grupo de pescadores bahianos se rebela contra intermediarios y propietarios; Dios y el Diablo en la Tierra del Sol (1964, Rocha), que hace un uso provocador de la alegoría y los arquetipos como expresión del estado de alienación a que está sometido el pueblo. En ellos el cine es un llamado a la acción para transformar las viejas estructuras de dominio y explotación.






      En cambio Os cafajestes (1962, Guerra), con su influencia de la Nouvelle Vague y su crítica a los jóvenes burgueses, es más bien una anticipación de las preocupaciones de la segunda mitad de la década: luego del golpe militar de 1964 y del surgimiento de la guerrilla urbana, la crisis de la izquierda la condujo a un proceso de autocrítica sobre sus propias contradicciones.


      Disminuyeron los films sobre el sertâo  y crecieron los títulos sobre la clase media, los intelectuales y el compromiso: A falecida (1965, Hiszman), A grande cidade (1966, Diéguez), O desafío (1965, Saraceni), Tierra en Trance (1967, Rocha).


      El creciente régimen de terror impuesto por la dictadura, la censura y las persecuciones obligaron a los realizadores a formulaciones más elípticas y simbólicas: Brasil ano 2000 (1969, Walter Lima Jr.), Os herdeiros (1969, ), Os deuses e os mortos (1970, Guerra) y Macunaíma (1970, De Andrade).


      Al margen de los valores de cada film, el Cinema Novo había perdido ya su fuerza de choque. Dos hechos opuestos definen, sintomáticamente, el cierre de esta etapa: el exilio de Glauber Rocha y la creación de la Empresa Brasileña de Cinematografía (Embrafilme), organismo estatal, cuya política de producción y difusión resultará fundamental en la reconstrucción de la industria.



      LA ESTÉTICA DEL HAMBRE / LA ESTÉTICA DEL SUEÑO

      glaubercortadas

      Las estéticas del cinema novo se engendraron dentro de una contexto específico, marcado por la afirmación de las cinematografías nacionales y por el agudo sentido crítico del cinéfilo, dedicado a la apropiación de lo que él asumía ser una vocación del medio y de la técnica por conectarse con la experiencia social, siempre que la imagen y el sonido se produjesen fuera del ámbito de la simulación industrial.

      Glauber escribió este texto en enero de 1965 como tesis para presentarse en discusiones sobre el cinema novo durante una retrospectiva sobre el cine latinoamericano, hecho en la “Reseña del Cinema Latinoamericano” en Génova. Este texto aparece después del reconocimiento mundial de “Dios y el diablo en la tierra del sol” (1964) cuando el cinema novo se afianza internacionalmente con Glauber como principal porta voz e ideólogo.

      El director habla de la posición de Brasil como colonia dependiente política y económicamente de grandes potencias extranjeras, volviéndose incompetente para actuar y pensar, a partir de sus propias acciones y necesidades. Reflexiona del hambre de América Latina no simplemente como reseña de que algunas cosas estaban mal sino como esencia de esta sociedad, como algo característico de este pueblo.

      “La estética del hambre” se oponía a la estética fácilmente digerible del cine norteamericano que mostraba una realidad perfecta, y de una parte del cine nacional que lo imitaba.


      La vocación revolucionaria del arte se afirma, para Glauber, dentro de esa confrontación geopolítica que implica conflictos étnicos, de clase y transnacionales. Sin embargo, si el arte es una práctica humana inserta en el campo simbólico, cualquier defensa de su dimensión política de enfrentamiento y riesgo no elimina otro imperativo: el que exige comprender que la verdadera fuerza de la intervención de lo poético en lo social proviene de su propia naturaleza como arte.

      Como explicita en “La estética del sueño”(1971), el arte, por ser invención, es inmersión en lo imprevisto, experiencia instauradora, ruptura con el sentido común, los límites y las convenciones. Expresa la condición histórica (y cósmica) en su totalidad. Sin el control de la razón ni de la medida, instituye lo que no es, asume el momento mágico, entra en sintonía con lo que pertenece al sueño del oprimido, le da voz a las pulsiones inconscientes.


      Fuentes:




      BOLIVIA
      Por: Silvia Acosta y Alberto Cassone.

      En 1952 asume el gobierno del MNR, movimiento compuesto por militares y civiles con una fuerte acción, en los primeros años, en reivindicaciones populares. Por estos años, aparecen los primeros datos estadísticos, el 60% de la población del país no hablaba lengua española, es decir, mantenía su lengua originaria precolombina. Este dato, habla de la profunda resistencia del pueblo boliviano.

      Resistencia a la colonización española y por consiguiente, defensa de sus propios valores culturales. Casi cuatrocientos cincuenta años llevaba ese proceso de resistencia, por aquel entonces. Pero no era la primera resistencia de su historia, también al imperio incaico se habían resistido, allí, el resultado fue más fructífero porque finalmente lograron integrarse, manteniendo sus raíces culturales.

      Generar el respeto de la población a sus ámbitos naturales, a sus valores culturales, a sus derechos sociales, nunca ha sido tarea fácil. En estos últimos cincuenta años, el ataque y la destrucción de sus valores originarios a manos de todo el sistema capitalista, se profundizó, paradójicamente, producto del llamado “progreso” en las comunicaciones y la consiguiente “globalización”. Vale la pena destacar que esta realidad es común a todo Latinoamérica.

      Gran parte del cine boliviano relata esta historia de luchas, de enfrentamientos entre las dos culturas. El choque de culturas a partir de la conquista española y la resistencia de las distintas razas originarias de la región boliviana, son un sello que el cine de ese país ha tenido orgullosamente como temática, en gran parte de su historia filmográfica.

      Podemos decir que el cine boliviano, como pocos en Latinoamérica, ha sido consecuente con su historia. Desde su cine mudo que reflejó dramas indigenistas como “Corazón Aymará” o “La profecía del lago” donde la tragedia del amor se registró como la imposibilidad del cruce de un hombre y una mujer, pertenecientes, cada uno, a la otra cultura.
      Estos episodios llevaron muchas veces, en la realidad, a cortas pero violentas sublevaciones. 



      Los alzamientos produjeron en ocasiones asesinatos políticos, como el que reflejan los filmes “El fusilamiento de Jáuregui” y “La sombría tragedia del Kenko” sobre el asesinato del ex presidente Pando, otra característica de este pueblo boliviano, fuertemente cerrado y resistente en su cultura, por lo menos hasta mediados del siglo XX.




      De la época sonora el filme “Vuelve Sebastiana” de Jorge Ruiz condensa gran parte de esta temática histórica. Una niña indígena que se deslumbra por los progresos de otra cultura y es rescatada por su abuelo que le recuerda su origen y la regresa con su pueblo. El abuelo muere pero ella ha retornado a sus raíces.




      Quizá es la metáfora de Latinoamérica hasta aquí, que sólo pudo elegir entre morir entregando su cultura o morir resistiendo aislada.



      El grupo boliviano de cine Ukamau, formado a mediados de los 60′, tuvo como integrantes fundadores a Antonio EguinoOscar SoriaRicardo Rada y Jorge Sanjinés. Sus reflexiones (o incitaciones o exhortaciones) fueron plasmadas en dos de sus textos-manifiestos más importantes.

      El otro artículo -”Llamado a la difusión”-  fue escrito a fines de 1976 para ser presentado en el V Encuentro de Cineastas Latinoamericanos realizado en Mérida (Venezuela) en 1977, cuando de la formación original del grupo sólo quedaba Sanjinés, y da cuenta del cambio en la coyuntura latinoamericana. Las palabras represión y exilio dominaban las conversaciones (Sanjinés ya había salido de Bolivia, pasado por Perú y se encontraba filmando y exhibiendo en Ecuador). Otra escritura se hace presente en este manifiesto pero el discurso sigue su curso original, no existe otra respuesta posible a la pregunta sobre lo que debe hacer un cineasta comprometido con el cambio social: “[...] acercarnos al pueblo, conocer su cultura y elaborar un lenguaje afín a sus necesidades, creando junto al pueblo -única manera de lograr un cine popular- el instrumento que al servirle de medio expresivo contribuya a elevar su conciencia”.

      La difusión revistió una importancia fundamental para Ukamau. En ese sentido el “cine individualista” es atacado y señalado como el portador de los mensajes de un artista al servicio del orden y “contra el pueblo”.

      No existe cine revolucionario sin cine popular, y el pueblo se expresa colectivamente. Por lo tanto, una tarea irrenunciable del cineasta revolucionario debe ser trabajar de manera colectiva sin dejarse encandilar por su voluntad de expresión desligada del mensaje de los otros.



      En "Yawar Mallku - La sangre del cóndor",  se muestran las “misiones de paz” norteamericanas con sus prácticas de exterminio racial, esterilizando a las mujeres.


      Debemos también recordar que para esta década muere en territorio boliviano el Che. Más allá que se comenta, aún hoy, su error táctico-estratégico, entre las causas por las cuales el Che eligió Bolivia para continuar su ideal revolucionario, seguramente tuvieron que ver con estas características que marcamos aquí sobre el pueblo boliviano: resistencia a la invasión cultural, sublevaciones sociales, ser consecuentes con sus raíces. Sobre este hecho hay muchos documentales, especialmente en la Argentina. Los documentos se incrementaron con la exhumación del cadáver del Che después de décadas de silencio. 


      » Insurgentes, de Jorge Sanjinés




      Insurgentes es un personalísimo documental del realizador boliviano Jorge Sanjinés, quien no solo lo dirigió, sino que escribió el guion, lo narró y lo editó. Luego de una vida entera dedicada a reflexionar –y revolucionar- su país desde el celuloide, en su más reciente cinta Sanjinés se propuso el descomunal objetivo de contar la historia de los olvidados.


      El filme intenta vislumbrar el camino que transitó el imaginario boliviano hasta conformar su nacionalidad. La película no tiene un único protagonista, sino que retrata –de una manera muy humana- a varios personajes y hechos ignorados por la ‘historia oficial’ –que ya se sabe que tiene muchas versiones-.

      El largometraje, aunque propuesta histórica, no tiene una estructural lineal, sino que hace constantes saltos en el tiempo –algo que quizás pudiera confundir a un espectador no versado en los acontecimientos abordados-.

      El filme sale airoso de arriesgada –y costosa- reconstrucción de la época. Vestuarios, maquillajes, armas, escenografías… logran la veracidad necesaria para diferenciar las distintas clases sociales que confluían en Bolivia en un periodo comprendido entre 1781 hasta nuestros días.

      A esto se suma una cuidada fotografía, que combina grandes movimientos de cámara -que permiten ver la impresionante del altiplano boliviano- con cámaras en mano -que nos hacen participes de grandes batallas, las sucedidas en la Guerra del Chaco o la Revolución de 1952-.

      En cuanto a las actuaciones, Sanjinés apostó por la utilización de actores no profesionales, quienes lejos de provocar rechazo por su técnica interpretativa, le aportan autenticidad al relato. 

      Finalmente el director -quien asume la Historia como un proceso en constante movimiento y cambio- propone un final abierto, que permite al espectador vislumbrar los logros alcanzados por la nación andina, pero también sus grandes retos.





      Bibliografía recomendada:
      Alfonso Gumuncio Dragón, “Historia del Cine Boliviano”
      Carlos Mesa Gisbert, “La aventura del cine boliviano”
      Jorge Sanjinés, La experiencia boliviana en “Teoría y práctica de un cine junto al pueblo”

      Páginas web recomendadas:

      www.solobolivia.com/cultura/cine
      www.bolivian.com/cine
      www.frombolivia.com
      www.utopos.org/cine

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